Hazle caso más a menudo a tu "yo interior", al niño que todos llevamos dentro.
Cuando eramos solo unos niños de unos 8, 10 o 12 años, no nos importaba lo que pensaran de nosotros las demás personas, por hacer lo que de verdad sentíamos la necesidad y el deseo de hacer, jugábamos en la plaza del pueblo con los amigos al fútbol, a los cromos, al escondite... chapoteábamos en los charcos poniéndonos perdidos de agua y barro; nos inventábamos en el colegio sueños, que a posteriori corriendo ibamos a contarselo a nuestro maestro y a nuestros compañeros de pupitre. Hacíamos y decíamos lo que mejor se nos ocurría, sin miedo al "que dirán", sin miedo a hacer el ridículo, y sin miedo a exponer nuestros pensamientos.
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